DOMINGO 30 DE DICIEMBRE DE 2012
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA.
Educar la fe en familia
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA.
Educar la fe en familia
Nota de los obispos
Con
el lema “Educar la fe en familia” los obispos de la Subcomisión Episcopal para
la Familia y Defensa de la Vida, movidos por nuestro deber de pastores,
invitamos a todos los fieles a reflexionar sobre la vital importancia de
la familia en la “educación de la fe”. Asimismo, recordamos la exigencia de
conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre,
de un modo especial en este Año de la fe.
Desde
la primera evangelización la transmisión de la fe, en el transcurso de las
generaciones, ha encontrado un lugar natural en la familia. Hoy asistimos a una
desvalorización del papel de la familia en este campo, debido a múltiples
factores. No podemos dar por supuesto la vivencia de la fe cristiana
en muchos hogares cristianos con las consecuencias que ello conlleva en
la asimilación de la fe por parte de los hijos. Por esto queremos animar a
las familias a ocupar su puesto en la transmisión de la fe, a pesar de las
dificultades y crisis por las que atraviesan. La nueva evangelización debe ir
dirigida de manera primera y prioritaria a la familia, como la realidad a la
que más han afectado los cambios sociales y la poca valoración de la fe.
La
fe, don de Dios, se nos infunde en el Bautismo, en cuya celebración los
padres piden para sus hijos «la fe de la Iglesia». Este es el signo eficaz
de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. La
iniciación cristiana, que comprende el Bautismo, la Confirmación, la Penitencia
y la Eucaristía, toma una especial relevancia en la familia, «iglesia
doméstica», comunidad de vida y amor, por ser donde surge la vida de la
persona y esta es amada por sí misma. La familia vive dicha fe y participa
también en la fe de sus hijos en las diversas etapas de formación y
desarrollo de la vida cristiana. Así, el primer fundamento de una pastoral
familiar renovada es la vivencia intensa de la iniciación cristiana.
Los padres apoyan a los hijos y caminan con
ellos mientras realizan el aprendizaje de la vida cristiana y entran
gozosamente en la comunión de la Iglesia para ser en ella adoradores del Padre
y testigos del Dios vivo. La familia, de este modo, se convierte en el primer
transmisor de la fe, y esta crece cuando se vive como consecuencia de un
amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo.
La familia es el ámbito natural donde es
acogida la fe y la que va a contribuir de una manera muy especial a su
crecimiento y desarrollo. En ella se dan los primeros pasos de la
educación temprana de la fe y los hijos aprenden las primeras oraciones,
como el avemaría, el “Jesusito de mi vida”, el “Ángel de mi guarda”
y el padrenuestro. También experimentan el amor a la Virgen, a Jesucristo,
y es donde por primera vez oyen hablar de Dios y aprenden a quererlo
viviendo el testimonio de sus padres. Este testimonio de los padres, en la
continua y progresiva educación familiar, marca un tenor de vida en todos
los ámbitos de la existencia humana. Se desarrolla en la catequesis familiar,
la introducción a la oración -«la oración es el alimento de la fe» dice Juan
Pablo II-, la lectura meditada de la Palabra de Dios a través de la lectio
divina y en la práctica sacramental de la familia, en sintonía y
colaboración con la comunidad parroquial. Así, la familia es el “lugar”
privilegiado donde se realiza la unión de «la fe que se piensa» con «la
vida que se vive» a partir del despertar religioso.
La fe, al igual que la familia, es compañera
de vida que nos permite distinguir las maravillas de Dios a lo largo de
nuestro caminar. Como la familia, la fe está presente en las diversas
etapas de nuestra existencia (niñez, adolescencia, juventud…), así como en
los momentos difíciles y en los alegres. De esta forma la fe va
acompañándonos siempre en todas las circunstancias de la vida familiar. La
familia camina con sus hijos en esos importantes momentos en los que
se va fraguando su madurez y porvenir.
Cuando la vivencia y experiencia cristiana se
ha tenido en la familia puede que se atraviese por momentos de crisis,
pero lo que se ha vivido de niño vuelve a renacer y a tener un peso específico
en la fe adulta. No se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos
responsables del anuncio
del Evangelio a las familias y sin ayudarles
en la tarea educativa.
La familia está inmersa en un proceso gradual
de educación humana y cristiana que permite tener como centro la vocación al
amor. A la familia le corresponde el deber grave y el derecho insustituible de
educar y cuidar
este momento inicial de la vocación al amor de
los hijos. Esto se realiza en un ambiente sencillo y normal, el hogar,
donde, de una manera connatural se va formando la personalidad humana y
cristiana de los hijos. A esta educación contribuyen también las entidades
educativas, el testimonio de los padres y hermanos, el contacto con otras
familias, la pertenencia a la comunidad cristiana parroquial, y a
grupos o movimientos cristianos.
La familia, en su afán educador, ayuda a todos
sus miembros a que vivan como verdaderos cristianos, capaces de configurar
cristianamente la sociedad. De igual modo la familia, con total respeto a
cada de sus hijos, debe ayudarles a que, en su momento, puedan descubrir sus
respectivas vocaciones. En este sentido la familia protege y anima la vocación
a la vida sacerdotal y consagrada.
En todo caso, los obispos de la Subcomisión
reiteramos una vez más que el mundo necesita hoy de manera urgente el
testimonio creíble de familias que, iluminadas por la fe, sean capaces de
«abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios» y ser fermento
de nuestra sociedad.
Implorando la protección de María, Madre de la
Sagrada Familia, os animamos en este Año de la fe a profundizar en un
mayor conocimiento de nuestra fe y que esta transforme la vida de nuestras
familias, les abra el camino hacia una plenitud de significado, las
renueve, llene de alegría y de esperanza fiable.
Juan Reig Plà, Obispo de Alcalá de Henares
Presidente de la Subcomisión Episcopal Para la
Familia y Defensa de la Vida
Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
Mario
Iceta Gavicagogeascoa, Obispo de Bilbao
Gerardo
Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria
José
Mazuelos Pérez, Obispo de Jerez de la Frontera
Carlos
Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín